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Fotografías | Sarah Alvarado

"HUACHICOL, ORO NUNCA FUE "  | Andrew Roberts | Octubre 21, 2017

 

HUACHICOL, ORO NUNCA FUISTE 

 

"Quien alcanza y golpea al sol con guantes de oro los funde.”

- Bisabuelo-a-abuelo tras Shakespeare

 

1. Chuy De morro pasé una temporada en Coahuila, ahí viví en la casa del malhumorado tío-abuelo a quien le faltaba un brazo; por las tardes él subía durante horas al segundo nivel de la casa, mi hermano y yo teníamos prohibido subir; de no obedecerlo decía que nos iba “a meter unos vergazos” pero con una mano. Quizá quería revivir sus viejos tiempos de boxeador. Jamás supe qué había en la parte superior de la casa, pero me gustaba imaginar un altar de reliquias que albergaba sus penas.

 

2. Joaquin Otro lugar en donde también tiraban vergazos era en el gimnasio de boxeo de Joaquin, el hermano de Chuy. En las tardes después de la escuela mi mamá abuela, o mamalicha, o mamá, nos llevaba a mi hermano Brandon y a mí al gimnasio, ubicado arriba de la casa de Joaquin. Una vez hicieron que nos metiéramos unos chingazos entre los dos, yo le saqué sangre a él y jamás volví a tomar el guante. Brandon desarrolló un gusto por el boxeo, al día de hoy sigue entrenando, a mí nomás me gusta ver cómo se agarran a vergazos. Tal vez de morro es cuando desarrollas el mismo gusto que el resto de los mexicanos: “una pasión por los putazos”. Por las noches, cuando toda la familia del “ranchote” venía a conocer a los dos “chamacos nuevos” de la familia, Joaquin bien alcoholizado y en voz alta recontaba sus triunfos como: “El boxeador más exitoso de La Comarca Lagunera”, o al menos del barrio.

 

3. Mama abuela, o mamalicha, o mamá, y Alicia. Mi abuela en gran parte fue quien me crió. Y es aquí cuando entramos en una serie de conflictos sobre nomenclaturas familiares: de bisabuelos a abuelos, de tíos abuelos a tíos, de tía a hermana y etc. Meses anteriores a nuestra llegada a Torreón habíamos pasado por fuertes problemas económicos, o “una pasión por los putazos” como le digo. Mi mamalicha al vernos sin hogar y para asegurarnos tuvo como remedio regresar a su ciudad natal, con el apoyo de mi otra mamá.

 

No sabía nada de este lado de mi familia, de los Macías, hasta que dejé Tijuana. Claro que un año no me bastó para conocerlos lo suficiente. Cuando todo mejoró y regresamos a Tijuana mi mamá comenzó a contarme más sobre ellos, por ejemplo de su padre, mi bisabuelo-a-abuelo, quien fue un alto mando de Petróleos Mexicanos en Coahuila, y gracias a él sus hijos varones consiguieron una plaza en Pemex, o de su hermano Juanito él “No-hagas-nada”, quien robaba petróleo para “huachicolearlo” en la carretera a Durango.

 

En cierta medida, esta historia no es sobre ellos, sobre los grandes vatos-rancherotes-petroleros-boxeadores, o tal vez sobre mi mamá, quien armó todo este relato para mí con la veracidad que su lengua logró hilar, o que su memoria le permitió recordar y que tal vez decida yo contar.

 

4. Petróleos Mexicanos Quizá mientras Chuy trabajaba imaginó como aplicaba un gancho, el brazo resbaló hasta la maquinaria petrolera y esta le dejó el puro muñón. O Joaquín, alcoholizado, se arremetía a tiros contra los directivos de la empresa. Y Juan se tranzeaba el petróleo, pasando de vividor a gran alquimista para transformarlo en oro en las desiertas carreteras del Norte del país.

 

O fue Petróleos Mexicanos quien se pasó de verga y les metió unos vergazos a los vergas, orillándolos a “una pasión por los putazos”, y truncando sus carreras como boxeadores. ¿Acaso podrías pelear con un solo brazo?, por un accidente del que tu empresa no se hizo responsable. ¿Cuál sería tu respuesta al constante sometimiento laboral en el cual tu cuerpo es abusado? o ¿Hasta qué grado te corromperías debido al hoyo negro de corrupción en el que te encuentras sumergido?

 

En la gran historia del petróleo mexicano se encuentra, entre otras tantas, un pequeño relato de mi familia. Y es desde ahí en donde quiero comenzar a operar, desde lo íntimo a lo político, desde lo testimonial a la ficción y viceversa.

 

Pensar a partir del recuerdo, en los lugares ubicados en los segundos niveles de las casas visitadas en mi infancia: un gimnasio de boxeo, un imaginable gabinete de objetos que abriga un pasado, en donde la tragedia y el fracaso hizo del presente un sitio de decepción y del futuro una imposibilidad.

 

 

Andrew Roberts Barrios, bisnieto-a-nieto

 

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